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Metáfora teatral (incluido en Grupo Fundacional de Verso )

Ya vimos cómo la metáfora es esencial en la poesía para que al entrar en conflicto con un significado, y resolverlo después ‒con el alivio correspondiente‒, nos impliquemos en el texto y vivamos con él.

Pues bien, lo que era cierto para la poesía, lo es también para el teatro, claro está, en su texto, indispensablemente poético, pero también todas los aspectos del entramado teatral.

Si modernamente se emplean trajes simples y escenas desnudas es por la misma razón. No debemos comprender la escena porque se nos muestra completa, con paisajes, objetos y toda la parafernalia, sino que debemos descubrir la escena mediante una metáfora, unas pocas pistas que nos permiten reconstruir el completo.

Tenemos que descubrir donde se desarrolla la acción, qué momento del día es, que está pasando, no verlo, no oírlo, nada de evidencias, que están muertas  para la participación. Todo lo anterior no excluye ayudas (de hecho los textos mismos cuentan muchas cosas de la acción) pero habría que dejar que el último paso lo dé siempre el espectador.

Leo en Rivas Cherif  que Gordon Craig, harto de árboles y hasta conejos en escenas de bosque, huyó a Italia y suprimió toda la decoración en su propuesta teatral. Pues bien, de esto mismo estamos hablando aquí avant la lettre; mejor dicho après la lettre pero independientemente.

No nos gusta ya que nos digan y expliquen todo, sino que nos inviten a descubrirlo, a jugar nosotros también,

Recuerdo que en Atenas me preguntaba cómo fue que de la escultura tardía (siglos II A.C. en adelante) griega, sabia en su reproducción de la realidad del cuerpo humano, incluida la expresión facial, se pasaba a la representación bizantina, imperfecta, estilizada, convencional. La primera, perfecta, nos deja fríos, la segunda, imperfecta, nos conmueve. La razón es que la primera nos dice todo, la segunda nos exige colaborar para completar la idea que subyace. La segunda es una pintura metafórica.

Otro ejemplo: el misterio del sexo, adivinado y deseado tras velos y equívocos, se desvanece en la camilla del médico, donde todo está al vista pero no interesa (habitualmente) en el plano sexual. Para este hace falta una progresión en la que el espectador entra poco a poco, con obstáculos, con velos, y colabora, como en el strip-tease. Metáfora contra información.

Tomemos ahora los gestos en el teatro. Si son claros, inequívocos, codificados (como poner la mano abierta para parar a alguien) el gesto está muerto, es redundante, no interesa. Estos gestos se dan a menudo en las series de televisión, y están bien, son verosímiles; pero no interesan porque no intrigan.

No, el gesto bueno es el que precisa de la colaboración del espectador, precisa un cierto descifrado, algún misterio a desvelar.

Imitamos el final de la página citada y decimos:

Metáfora, sin ti no hay teatro

 


Vuelta al Principio  Última actualización: viernes, 18 de septiembre de 2015  Visitantes: contador de visitas