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Don Duardos. Amor cortés (incluido en Grupo Fundacional de Verso )
En la Tragicomedia de Don Duardos de Gil Vicente aparece una forma de amor ya desaparecida ‒si existió alguna vez.
Es una forma de amor absoluta, total, que sigue un largo y arduo camino, para ser verdadero y valioso, que no se conforma con lo fácil, que es exquisito, formalizado, con reglas mil. Y es amor cercano al religioso, y de hecho emplea expresiones propias de ese culto, como 'adorar', 'diosa', 'pecar', etc. (aspectos eliminados por los censores inquisitoriales)
Aparece este amor de don Duardos en contraste con otros dos tipos de amor, dos tipos que suponemos y percibimos ‒en la obra‒ como formas menos perfectas, aunque sean ambas amor auténtico.
El primer amor es el amor salvaje, ciego, arrebatado, incluso brutal. Ese impulso es destructor, es inapropiado, es poco perceptivo. Aunque es amor verdadero y entregado. Es el amor patético de Camilote y Maimonda.
El segundo amor en contraste es el amor sencillo, tranquilo, plebeyo, algo cómico a veces en su simplicidad. Aunque es amor verdadero y respetable. Es el amor apacible, casi biológico, vegetal ‒de hecho se emocionan ante la belleza de sus hortalizas‒, de Julián y Constanza.
Creemos que en la obra Gil Vicente ‒quizá porque lo creía, quizá porque era una obra a representar en la corte y había que halagar sus usos y convenciones‒ presenta el amor cortés como el amor perfecto, aunque solo accesible a los seres perfectos, es decir, nobles de nacimiento y muy avanzados en esa nobleza, cuyas marcas son valor, belleza, generosidad, perseverancia, sabiduría, cortesía. Son los caballeros andantes de la tabla redonda, y son también los caballeros satirizados por el escéptico Cervantes unas décadas después.
Don Duardos comienza una peligrosa y larga empresa de amor, en lugar de pedírsela simplemente a su padre, una vez que había hecho las paces con Primaleón. Pero no, acaba por enloquecerla de amor y arrastrarla a una huida.
Estos son argumentos de la obra, o así lo creemos. El lector moderno encontrará objetables estas tesis. Pero también ahora hay amores trotskistas y amores aburguesados. El mérito de Vicente es presentar contrastes de valía, no meros remedos entre los cuales la elección es fácil pero simplista. No, el autor presenta amores contrastantes con prestigio, amores que nos tientan, por lo que la elección emocional del amor cortés, por parte del espectador, es más sutil y difícil, y por ende, más interesante y gratificante.
Otra cosa es el hecho, desde el punto de vista de la estructura y consistencia del drama, de que mientras el amor de Duardos y Flérida es trabajoso y por ende un conflicto activo, que activa la obra, los otros dos son amores satisfechos, pasivos, que no generan drama excepto como contrate estático, como decorados o contexto que sitúan y destacan el primero. Por eso nuestra impresión de la obra es la de un largo cuento, algo lineal, algo falto de variedad dramatúrgica, es decir, algo falto de otras líneas de acción que contrastan, contrapustísticamente la principal. Es decir, la obra debría ser más corta tal cual se organiza, o más complicada, si se mantiene la duración. Esto, siempre a juicio, no, a impresión,, de quien escribe, persona además alejada casi medio milenio de la obra. Pero en fín, se aprecia y comprende la delicia que el advenimiento de Lope supuso para el espectador. Era como el de Mozart: frescura, encanto y variedad, bien estructurados.
En la obra aparecen temas caballerescos, como el cáliz encantado, el sabio (sabia) oriental, el tesoro, la adoración por la amada.... La huerta es tema erótico en opinión de algún estudioso. Visitar y trabajar la huerta o rincón secreto de Flérida tendría esa connotación.
Tiene el amor cortés connotaciones ‒e influencias‒ del amor místico. Y las formas de los otros dos amores encuentran también su paralelismo en ese ámbito: el amor de loco por Dios, el del 'loco de Dios', propio de fakires y místicos extremados. Y el amor del religioso, amor por Dios tranquilo, con normas y ceremonias sociales. Uno por exceso, otro por defecto, no llegan, no ven la perfección del camino místico. Y los dos amores alternativos en Don Duardos no alcanzan la perfección cortés, también por exceso y por defecto, alternativamente.
El amor cortés es una forma de imaginar, expresar, comportarse en el amor. Extrae de él una ética, una filosofía de vida. Pues no está nada mal.
Vuelta al Principio Última actualización: viernes, 18 de septiembre de 2015 Visitantes: