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Comprender oyendo o leyendo  (incluido en Grupo Fundacional de Verso )

Una práctica habitual en las lectura preparatoria de una obra de teatro, lectura dramatizada, clase de verso, dicción, es seguir la lectura en el papel.

Lo juzgamos peligroso a la hora de enjuiciar lo que se oye. Al unir dos informaciones, dos mensajes, el auditivo y el visual, asignamos al primero el resultado de ambos: es decir, achacamos lo que entendemos ‒si lo entendemos‒ a lo que oímos; y esto no es cierto.

La palabra tiene que ser capaz, por sí misma, de transmitir la información del texto ‒con la acción, eso, sí‒. Esa es la circunstancia que espera al espectador de teatro, al publico. Va a enfrentarse a miles de versos en más de una hora (o tres si se dice el texto como fue escrito)  a un texto a menudo muy difícil, elaborado durante cierto tiempo por el autor, que introduce en, ideas originales, cambios, metáforas, todo un mundo que hace casi imposible absorber la obra ‒enterarse, solemos decir‒ en una sola vez.

Ello necesita de una cuidadosa clarificación.

Para juzgar, en los ensayos y preparación, si se alcanza esa claridad, hay que escuchar, no leer el texto. Y si no se entiende bien, meridianamente, ¿cómo, ¡señor!, va a hacerlo el publico?.

De modo que, didácticamente, es preferible rotar un único ejemplar de un texto entre los participantes, que repartir uno por persona. O no mirarlo si ya se tiene. Ello detectará todo error y toda impericia en el decir, lo que permitirá una corrección efectiva.

 

Vuelta al Principio   Última actualización:  viernes, 18 de septiembre de 2015   Visitantes: contador de visitas