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Thursday, 21 de February de 2013
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Forma
Es, como todo, una estructura. Pero no cualquiera, sino con algunas sutilísimas propiedades que han de hacerla bella.
Pensemos en una catedral, una gótica como Nôtre Dame de París, o la de Toledo. Pensemos en la multiplicidad de espacios, huecos, recovecos pináculos, arbotantes, estatuas, rosetones. gárgolas, con su estilo variado a través del tiempo de construcción. Pensemos en la luz que incide por los vitrales a cada instante del día, siempre cambiante. Los altares, imágenes, flores, velas, tallas, coro, transparente, órganos y armonios. Las sacristías con documentación, ropajes, armarios, utensilios, casullas, cíngulos, qué se yo. Los olores a cera, a flores, a incienso, a gente. Los sonidos, músicas, cantos, responsos, campanillas. Los ritos, sus significados, organización. Los oficiantes con sus jerarquías, los fieles.... Es abrumador.
Pues bien, la absorción de esa forma que llamamos catedral gótica es una tarea, aunque gozosa, interminable, siempre en proceso, inagotable en definitiva. Sobre percepción de una forma, vea gestalt.
Pues bien, una sinfonía es algo parecido. Notas, escalas, tonalidades, golpes, ritmos, timbres. T todo eso, y mucho más, contrastando, combinando, estableciendo relaciones sin fin en el oyente atento y ducho (los demás no se enteran de nada). Intentar definir, compendiar, comprender y sobre todo, componer una sinfonía es tarea formidable. Sobre todo, suponemos, si el compositor es consciente de todo esto. Porque puede también limitarse a tomar un modelo ya hecho (muy bien desde Haydn hasta Brahms) y cambiando aquí y allá, lograr algo parecido. Todo esto tiene que ver con las Estructuras musicales.
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