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Música aleatoria (incluido en Conversaciones con Felix Sierra)
Este es un tema de mucho calado porque llama a conceptos matemáticos, psicológicos y perceptivos, incluso ontológicos (tratar de lo que las cosas son), junto, claro, a los propiamente musicales.
Definamos:
Música aleatoria es aquella en la que todos o alguno de los recursos musicales ocurren al azar, a sea, sin un propósito (humano o no).
Esta definición deja las cosas muy vagas, porque, claro, puede argumentarse que muchos actos casuales tienen un propósito oculto o, al menos, responden a un mecanismo psicológico, como el protegerse los ojos ante una agresión.
Por otra parte hay conceptos de lo aleatorio que lo consideran determinista pero no comprendido por el observador por falta de información o capacidad suficiente. Es cuando los árboles no dejan ver el bosque.
Pero, en fin, aceptemos que hay un artista que quiere hacer música y que la hace y le sale como quiere: esto sería la música no aleatoria.
Alejémonos de ese caso hacia aquel en que una máquina programada para generar aleatoriedad (que nunca es perfecta) genera notas de piano al azar con duraciones e intensidades al azar (dejamos como más sencillo el caso del gato que camina sobre un teclado, porque aquél, al fin y al cabo, asciende o desciende, lo que rompe ya la aleatoriedad tonal; y además su marcha, generalmente regular, producirá intensidades y duraciones asimismo regulares).
En esa música al azar cabe preguntarse ¿es música? Pues esta pregunta naif es muy difícil de contestar porque toda música requiere un oyente que la oiga, y el oyente no está limpio, sino que tiene una formación, buena o mala, que le obliga a intentar comprender todo aquello que oye, es decir, organizarlo y compatibilizarlo según su sistema o visión del mundo. Es decir, que el oyente perceptor va a intentar desesperadamente encasíllarlo como música.
El oyente es, pues, un cooperante indispensable en toda música dispuesto, incluso, a suplir aquello que falte (círculos incompletos de la gestalt).
Veámoslo en otro dominio: el de la sintaxis y semántica: sea una frase tan al azar como nos ha sido posible
"Francos valles albinos renuevan impuestos".
Pues bien, una pequeña pero vertiginosa búsqueda encuentra al momento una situación donde la frase cobra un sentido muy aceptable, aun metafórico: en los valles nevados se aprecia claramente como sobrevienen nuevas muertes de animales y plantas, nuevo impuesto a pagar a la muerte, por lo tanto.
En la música ocurriría algo parecido: las notas sucesivas se encuadrarían en una cierta escala, las simultáneas, en acordes, y los acordes en marchas harmónicas más o menos novedosas. Las duraciones serían, asimismo a una vara de medir laxa que permitiera proporciones simples, que son las que conducen al ya viejo juego de blancas, negras y corcheas.
Y ahora una experiencia personal.
Una melodía aleatoria organizada sobre medio seno (subida y bajada), le produjo al programador una gran emoción sugiriéndole una expresividad que, Dios lo sabe, no fue buscada.
¡Qué carácter tenía para este oyente ingenuo? Era música que expresaba comprensión del mundo, serenidad en un mundo variado y un cierto tipo de amor. ¿Entonces? Claro, si esa melodía se parecía a otras que tenían que ver con esas sentimientos no resulta raro que los sienta también con esta. El oyente cooperante, en este caso incluso sentimental, pone a la música algo que el compositor, un algoritmo, obviamente, no buscó. Pero está ahí, porque el oyente así lo siente.
Otra experiencia.
En una obra de un compositor del sur de Europa, una oyente del norte se sintió transportada a su país, que percibió muy bien expresado en esa música (quizá ayudada por el título, alusivo a seres mitológicos de esos parajes).
Repetimos la pregunta ¿esos paisajes norteños están en esa música, o los pone la oyente, o mitad y mitad? Responda el lector.
Vuelta al Principio Última actualización: Wednesday, 17 de July de 2013 Visitantes: