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Pausa sonora
De nuestro artículo recitación del Encabalgamiento tomamos la teoría y práctica de este concepto (que es nuestro).
En la pausa la entonación se detiene en su línea natural, y se retoma una vez que comienza el verso siguiente, lo cual salvaguarda completamente ambos aspectos, métrico y sintáctico; y ésta será la manera en que se realizará.
Pero incluso puede acentuarse esa citada continuidad mediante el llenado de la pausa encabalgada con los sonidos finales del primer verso: no hay más que prolongar la sílaba final de modo que llene la pausa. Esta prolongación suena mejor con el último sonido ‒vocal o consonante‒ y contra lo que pudiera pensarse, no se percibe como efecto artificial o forzado.
Calificaremos a este efecto, de pausa sonora, por contraste con la pausa silenciosa o vacía usada en el primer tipo de recitación citado. Naturalmente hay que romper momentáneamente la cadena sonora ‒pausa brevísima‒ para evitar posibles sinalefas entre sonido final de verso e inicial del siguiente ‒e incluso fusiones cuando ambos sonidos son el mismo.
Insistimos que estos calificativos de la pausa se refieren exclusivamente a las pausas encabalgadas, es decir, aquellas pausas fin de verso encabalgante.
Esta tercera vía de recitación aquí introducida no es nueva en la práctica de actores y recitadores (véase un ejemplo tomado de J. Gielgud en su recitación de la tercera línea del verso inglés de nuestro test; Fig.1); únicamente resulta tan natural que probablemente no es percibida por el oyente no especializado o atento como tal pausa, aunque su papel rítmico sea apreciado ‒también inconscientemente.
Y aquí está la clave, creemos, de este tema: es el ritmo lo que prima, entendiendo este ritmo como un patrón regularmente distribuido en el tiempo y regularmente repetido ‒con posibles cambios no relevantes‒. Esta consideración, que atribuye a la periodicidad de un patrón el sentido y satisfacción rítmicos, nos lleva a ilustrar el hecho en lo musical, dominio paralelo y cercano al de la métrica poética. En efecto, en música no importan demasiado las duraciones reales de los sonidos, sino más bien la duración entre comienzos ‒ataques‒ de los sonidos o notas, la cual es tomada como duración psicológica de esas notas (por eso una misma melodía puede ser interpretada por instrumentos continuos, como el órgano, o discontinuos y breves como los sonidos agudos de varios instrumentos, como caja china o cembalo). Algo similar sucede en nuestro caso. La última sílaba es marcada por la pausa siguiente, sea ésta silenciosa o sonora.
Como dijimos anteriormente, nuestra teoría determina además la duración de la pausa (sonora o silenciosa) a partir del ritmo subyacente adoptado para el verso: si se le atribuyen tres tiempos silábicos de pausa, la duración efectiva de ésta depende del número de sílabas que siguen a la última acentuada, o sea, del carácter oxítono, paroxítono o proparoxítono de la última palabra del verso. En el caso citado, la palabra aguda tiene tres tiempos de pausa, la llana dos y la esdrújula, ninguna o una brevísima, menor que un tiempo. La duración de la pausa viene pues dada por el ritmo-compás atribuido del verso y por el carácter acentual de la palabra final del verso
Vuelta al Principio Visitantes: height="21"> Última actualización: viernes, 18 de septiembre de 2015