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Estructurar una obra dramática a partir de textos de un escritor (incluido en Grupo Fundacional de Verso )

En ocasiones se configura una obra teatral a partir de textos, prosa o verso, de un escritor considerado excelente o al menos merecedor de oírsele en escena. El proyecto es muy interesante porque se incorpora al teatro palabra de gran calidad: el teatro se enriquece.

Ahora bien, acechan mil peligros al intrépido configurador de ese drama. Y decimos drama porque eso ha de ser todo texto representado en una escena. Es decir, debe cumplir con los requisitos habituales: una historia sobre personajes entre los que aparecen, al principio o enseguida conflictos y contradicciones que deben irse resolviendo ‒de mil maneras diferentes, pero han de resolverse, hasta llegar a una situación con los mismos o casi los mismos personajes pero con unas contradicciones resueltas, como decíamos.

Esta solución de esos problemas entre personajes  los cambia, los hace cambiar en el transcurso de esas resoluciones. Y esas transformaciones nos arrastran y conmueven, nos hacen participar emocionalmente en la obra, deseando que sucedan cosas que nos satisfagan emocionalmente. Todo esto nos interesa, nos concierne. Y es entonces, y sólo entonces, cuando hay obra dramática.

Pensemos en La vida es Sueño. No pueden darse más contradicciones (ofensas, abandonos, desamores, crueldades, torturas...). Todas ellas generan vigorosas (y violentas) reacciones en los personajes en los que se encardinan esos conflictos, en los que les sufren, y entonces se ponen en marcha para resolverlos. Tras los acontecimientos que se suceden nadie es igual que cuando comienza la obra, y por tanto, nada es igual. Los personajes se vuelven más sabios, más buenos, más sociales, más políticos. Todos ellos (casi todos) se refinan y devienen otros. Esa es la obra.

Tomemos ejemplo del lenguaje. Hay una oración o frase cuando y sólo cuando hay un verbo. Es el verbo el que transforma al sujeto de alguna manera ‒aquella significada en el verbo‒ para llevarlo a otro punto, explicado más o menos por los complementos (directo, indirecto, de circunstancia, los adverbios, los tiempos del verbo...). Sólo entonces hay frase, es decir, se dice algo, algo que pasa, que da noticia y por tanto interesa. Además expresa una idea completa, breve o larga, simple o compleja, pero completa y por tanto satisfactoria. Ahora tomemos un nombre, con o sin adjetivo. Apunta aun significado, pero no dice nada sobre 'qué pasa'. Y por tanto, sólo es una potencialidad, un comienzo, un tema, pero no es idea completa, de acción, de pasar, no dice realmente nada. Bueno, pues ese verbo describe perfectamente la transformación de personajes y situación general que debe tener el drama para que sea tal.

Todo esta ya larga preparación viene a cuento, creemos, a la hora de pergeñar una obra a partir de textos literarios: poemas, textos jurídicos, históricos, novelas, cuentos...

La primera dificultad es la emanación de varios personajes a partir de los textos. Personajes con una constitución definida y distinta, reconocible, para que el cambio que debe venir sea perceptible. Se ha de ser alguien para convertirse en otro. A continuación deben aparecer conflictos entre ellos. Y con calado suficiente para obligarles a moverse para resolverlos, para rebelarse, diríamos, contra su situación ‒probablemente sentida como injusta. Además esos personajes, ante la ausencia ‒en general‒ de un narrador, deben ir explicando todo esto hacia el espectador pero sin contárselo, describírselo, sino que en su propia actuación van dejando ver o entrever lo que está pasando y los por qués, cómos, cuándos de ese pasar o devenir. Una vez planteados los personajes, deben estos moverse por sus líneas naturales de movimiento, podemos decir, para que vayan solucionándose todos, o al menos los principales, conflictos.

Ya se ve que conseguir toda esta tramoya conectando varios textos de o sobre un escritor ha de ser una tarea difícil: esos fragmentos han de seguir los caminos anteriores, es decir, deben ir reflejando la evolución paulatina de la situación mediante la de sus personajes. Y cada paso debe ser lógico, venido a ser por la acción misma que camina hacia el fin descrito (pueden ser muchos los finales, pero de ninguna manera vale cualquiera: las semillas de esos finales debería estar en el planteamiento inicial.

A esta alturas se nos ocurre que la única manera de realizar todo esto consiste en tener la obra ya pensada, su guión al menos, e ir revistiendo ese esqueleto con los fragmentos apropiados, como un maniquí al que vamos añadiendo retales hasta tenerlo completo y adecuadamente vestido. A veces se hará probablemente necesario añadir e intercalar textos propios ‒retales adicionales‒ para conseguir los objetivos descritos ‒personajes, contar la situación, conflictos, resolución...

Y ¿a quién corresponden estas tareas de dramatizar esos textos? Creemos que es una tarea compartida: primero por el compilador-dramaturgo, que ha de tener esos requerimientos en mente y ha de pasarlos al papel ‒texto y comentarios‒.. Segundo por el director, que aclarará y hará evidentes esos personajes en conflicto y cambio. Tercero, especialmente, los actores que prestan carne y huesos a todo y han de mostrarlo ‒claramente, potentemente‒ al público.

Y buena suerte para quien emprenda esta empeño formidable.

 


Vuelta al Principio     Última actualización:   viernes, 18 de septiembre de 2015   Visitantes: contador de visitas