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Afinar
Es decir, tocar o cantar una nota con el tono, la frecuencia, correcta. Estos tonos pertenecen siempre a una escala en la que las notas tienen entre sí relaciones o proporciones consonantes, que en frecuencia, significa que las relaciones son simples, como 2:1, octava, 3:2, quinta, etc.
De todo esto se ha hablado en estas páginas. pero de lo que no se ha hablado, y tiene enorme importancia, es de cómo se acercan las notas prácticas de los músicos a esas notas teóricas de las escalas.
Naturalmente nos referimos a notas cuyo tono o altura controla el ejecutante, como en la voz o el violín, porque los pianos y órganos de siempre y los nuevos instrumentos electrónicos ya lo tienen afinados (aunque también tenemos críticas para esa afinación, sólo válida en pequeñas tesituras). Los instrumentos tradicionales, viento o cuerda con trastes están preafinados hasta cierto punto; pero hay ajustes previos al toque (cuerdas al aire por ejemplo) e incluso durante el toque que hay que controlar ‒es decir, percibir y eventualmente corregir‒. es decir, el músico no puede fiarse ciega-sordamente habría que decir‒- mente de lo que el instrumento ofrece, sino percibir críticamente el tono que emerge en todo momento.
Pues bien, no siempre se hace bien, incluso en música profesional.
Hay dos maneras de hacerlo mal: una, burda es desafinar al azar, no tener sentido del tono y acercarse sólo a las notas, con una variación grande y aleatoria. Es cosa de principiantes y torpes. la segunda puede ser también cometida por profesionales: es un desplazamiento pequeño s de una instrumento respecto a otro. Todas las notas tienen ese desplazamiento y todas están mal, por lo tanto.
No se sabe qué pasa pero nadie está a gusto, están inquietos, serios, como reclamando el placer de la música que en ese momento les es negada. No funciona. Y si un nuevo músico se incorpora, como un o una cantante, entra en un dominio ambiguo, que no le permite afinar a su vez, porqie la refw3erencia no esta clara: se apunta a uno o a otro o en medio. No funciona.
Por el contrario, si se afina, hay alegría por el encuentro tonal. aparte del indispensable rítmico‒ hay gozo y la Música reaparece y sonríe, haciéndoles sonreír a su vez.
Hemos comprobado lo anterior hace poco; y nos hemos revalidado en la importancia crucial de afinar.
Afinar produce un placer casi sensual: por eso cantantes que dicen bobadas afinando y ritmando nos arrastran, porque nos producen placer. Los que desafinan no, producen esfuerzo, trabajo. No funcionan. Y los oyentes, incluso los nada duchos en música lo notan, y se alejan --si pueden.
Para afinar hay que estar bien, tranquilo, relajado. Entonces se alcanza la justesse, the tuning, the sruti, la concordancia y la harmonía.
Cuando decimos afinar nos referimos, en la práctica, a afinar la última parte de una nota. Puede y de hecho se hace muy bellamente acercarse gradualmente a la afinación justa poco a poco, durante la nota, y al llegar puede venir el silencio: el recuerdo de esa final queda como resumen tonal de la nota y si está afinado, la nota está afinada. Lo contrario no ocurre, un final desafinado estropea toda la nota, como un exceso de sal estropea un buen plato.
Esto tiene que ver con la disonancia-consonancia, llegar a la segunda a través del contraste con la primera, como un llegar a la tierra prometida cruzando lugares desolados, bravíos, procelosos. Así una nota queda como un resumen o imagen minúscula de un entero proceso melódico, una micromelodía, en la los maestros son duchos.
Afinar bien en una escala-modo precisa tener una referencia muy firme del a notas fundamentales, las que sirven de armazón tonal todas las demás. Estas notas son las que suelen adoptarse como cuerdas al aire, posiblemente sonando continuamente en varias culturas como la india y la persa. naturalmente estas notas deben estar exquisitamente afinadas so pena de descabalar todo ese armazón. Aquí la sensación de consonancia es empleada para alcanzar esa justeza. Esta sensación alcanza las consonancias más simples, como octava, quinta y cuarta (esta ya peor); e incluso las terceras y sextas, útiles en las músicas modales.
Puede también usarse fracciones de una cuerda para afinar otra, bien por un harmónico, bien por un traste. Ambos métodos son interesantes pero con sus problemas. El primero iguala harmónicos de dos cuerdas, lo que precisa que esos harmónicos lo sean de verdad, es decir, que guarden entre sí las proporciones debidas, lo que a veces se perturba por una mala construcción de la cuerda, o un desgaste. Lo segundo exige trastes muy bien puestos, es decir, un instrumento bueno. Si son fiables entonces podemos tomar como referencia cualquier intervalo, no sólo los harmónicos.
Luego está el tema del vibrato. ¿Qué altura de las recorridas en él hay que acordar a la referencia?. Parece que la intermedia, pero habría que investigar.
Como se ve puede escribirse mucho sobre la afinación. pero es que ¡es tan importante!
Por cierto, que ya escribíamos sobre el afinar en ¿Qué es afinar bien?, aceptando variaciones como el portamento y el glissando. Véalo, véalo.
Y se vuelve en Cómo afinar las notas.
Y anatomía y fisiología en Canto afinado
Vuelta al Principio Última actualización: sábado, 04 de mayo de 2019 Visitantes: