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¿Pueden coexistir poemas y músicas? (incluido en Conversaciones con Félix Sierra)

Conversación nº 36  (25-5-2004)

Pese a que se hace, sobre todo en la radio, en teatro y otros ambientes que pretenden conducir la emoción del oyente y espectador, el poema no admite fácilmente, si lo hace, una música simultánea. ¿Por qué? Porque el buen poema bien recitado ya tiene ritmo y melodía propios, con lo que toda música simultánea, o bien sigue esas pautas, o bien va por libre, limitándose, cuando se hace bien, a ambientar y transmitir los sentimientos o circunstancias por los que pasa el poema, mediante ritmos, melodías y harmonías propios.

En el primer caso, la música que sigue las pautas, sería un acompañamiento de voz hablada muy difícil sin un ensayo riguroso y cuidadoso.

Para verificar o negar la idea anterior hemos improvisado una música acompañando poemas. El sistema ha sido recitar el poema sin música; con ese estímulo el músico comienza a improvisar y el poema vuelve a recitarse sobre esa música. Así se han probado dos poemas de Garcilaso y dos de Machado.

Recitador y músico reconocen haberse sentido potenciados mutuamente, pero no se trata aquí de estar a gusto, sino de comprobar si la música casa o no casa con el poema.

Realizada la prueba sin preparación, la música se ha comportado de varias maneras. Algunas veces era una canción autónoma, con sus temas y sus ritmos. El poema se paseaba tímidamente entre sus notas. En otras ocasiones, la música estaba menos definida y durante el poema se adaptaba o lo intentaba al ritmo de éste, consiguiendo un cierto parentesco.

En otras la música toca sola inspirada por el sentimiento del poema.

En todos los casos la música crea una cierta vaga emocionalidad que baña al poema, que lo anega como un sirope vertido sobre un asado.

El poema, como decíamos antes, es muy suyo y muy preciso, de modo que precisaría un acompañamiento a su servicio, como ocurre en el canto, sobre todo en los cantos rituales como el gregoriano, el Corán o la Toráh, (cantados por los pueblos del Libro).

Una posibilidad intermedia es preceder y acabar los poemas con una corta melodía que no interviene durante el recitado. Otra es, como hacen los persas, cantar el poema, puntuando situaciones y ritmos con el instrumento. Aún así mientras recita--canta, toca pocas notas, tempos y sólo al acabar la estrofa, hace unas estrofas musicales. También, como hace Lotfi (sehtar y canto), crea con un rasgueo un ambiente modal, sin ritmo.

Vamos a hacer una última prueba en la que, con un piano y recitando, se haga esto mismo, a saber.

1º Sobre un clima modal y/o impresionista se tocan unas frases coherentes. Durante el poema, cantado o recitado, se mantiene la ambientación modal/impresionista sin marcar ningún ritmo, ya que éste pertenece al poema. En las pausas entre estrofas brevísimas caben, quizá, pequeños motivos o mordentes que no interrumpan el flujo del poema. Al fin del poema se tocan algunas frases musicales de despedida y cierre.

Realizado el ensayo sobre estas bases con dos poemas de Lorca de Poeta en Nueva York, se ha conseguido, mediante una música más rota, mas ambiental, un resultado más satisfactorio quizá no desde el punto de vista musical, sino desde el inicial en esta página, el acompañar, mecer, servir a un poema con la música en el camino inalcanzable de que sea el poema el que, expandiéndose, genere su propia música.

 


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