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¿Qué es el teatro?

Cuantos más años dedico al tema, más se me escapa la esencia, el secreto de lo teatral.

Por un lado debe haber forma como en todo arte. Por otro vida, como en todo. Ambos requerimientos colisionan y no sin chispas. No nos vale un teatro acartonado, como trucos y gags evidentes y gastados. pero tampoco tomar un cacho de vida real y soltarlo en la escena.

A lo mejor las distinciones expuestas en Los mundos del actor pueden orientarnos en este impasse.

La forma necesaria es proporcionada por el drama, construido según reglas del arte, por la música, el verso, el ritmo y la danza.

La vida viene probablemente por los resquicios que el actor, o mejor la persona que trabaja como tal, deja pasar de sí misma en su interpretación. El actor mezcla, sabiamente cuando es bueno, la persona que le mueve y el personaje que encarna.

De modo que en la mezcla de actor, persona y personaje, la paradoja, cada uno aporta elementos necesarios al crisol. Estas intuiciones mías reciben un inesperado espaldarazo (una conformidad diría Castaneda) de un maestro del que hojeo un libro: Anatoli Vasiliev, que alude en una de sus lecciones a la colaboración del yo del actor en el personaje en los sistemas que llama lúdicos frente a los psicológicos, más cerrados. Gracias, maestro, y continuamos.

Voy pensando que el teatro funciona en el espectador de la manera siguiente: sabe que es mentira pero quiere creer en esa mentira, quiere que el actor con su arte le encandile en esa mentira y le meta dentro, en una verdad que sienta él mismo 8el espectador=). Arrobado en su ilusión queda por un tiempo. Luego vuelve en si (en su ser de siempre) y se regocija ante el lapso de realidad que el actor le ha proporcionado, y queda asombrado, gratificado y admirado de quien lo hizo posible. El actor, que le permite escapar de sí mismo.

Es como la admiración ante el volatín peligroso del equilibrista que nos admira y suspende, y a quien admitamos.

Eso parece ser el arte, al menos el teatral.

Pero esta actividad, vieja como el mundo guarda misterios, mil más, sin duda. Estamos dispuestos a intentar desvelarlos uno a uno.

Introducido ya el actor -persona en la obra, tenemos ahora que introducir al espectador. Como rito que es teatro es sin duda,  es impensable excluir a la comunidad que lo practica: hay oficiantes, sacerdotes, imams, que ofician y representan los símbolos: pero quien recibe comparte esa representación es también el rito; es también el teatro. No está fuera, viendo, sino dentro, pulsando. Y sus reacciones, su vibrar ‒o no‒ con la obra se filtran hasta cierto punto en ella, y quizá así deba ser. No es una perturbación, sino una comunión.

Todo esto son intuiciones, atisbos que merecen, por sño ceermos su gran interés. uuna visita posterior muy detallada.

 


Vuelta al Principio   Última actualización: viernes, 18 de septiembre de 2015   Visitantes: contador de visitas