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Las músicas de la Ruta de la Seda (Silkroad)
 
Para el programa de mano de un concierto dentro de los organizados por la Universidad Autónoma de Madrid a principios de 2007, hemos preparado el siguiente escrito, con el propósito de interesar y ayudar a comprender, todo en brevísimo espacio:
 
 
LAS MÚSICAS DE LA RUTA DE LA SEDA
 
El oyente occidental que se enfrenta a las músicas que nos llegan desde la antigua ruta comercial llamada ‘de la seda’ (silkroad), debe primeramente traspasar un exotismo fácil y encontrar valores más serios --valores que están ahí, sólo hace falta interés y atención para encontrarlos.
       Se encuentra por lo tanto en desventaja profunda frente al oyente autóctono: porque éste conoce el entorno cultural, y musical donde se interpretan; conoce el sustrato religioso y místico que orienta la interpretación y el texto de los poemas que se cantan frecuentemente. Conoce las razones y sentimientos de todo, y, por lo tanto, resulta el receptor ideal que comparte con el intérprete una experiencia global.
       Volvamos a nuestro oyente occidental: muy ducho, en principio, sobre su música, reacciona  frente a ésta de manera  ingenua, buscando colores, atmósferas, orientalismos, que, es verdad, están ahí; pero que son desdeñables frente a los valores más importantes citados.
       Un error común es considerar a esas músicas como ‘árabes’. No hay tal, e irritan además a músicos y entendidos de cada país. Aunque  las bases teóricas son similares (lo son hasta en nuestra música, descendiente también de la griega antigua) se han diversificado de tal manera que constituyen núcleos muy diferenciados, con práctica, matices, motivos y espíritu diverso. En su diversidad, podemos agruparlas en los paradigmas principales turco, árabe oriental, persa e indio del norte, los cuales poseen todos ellos músicas clásicas. Los pueblos que los integran, además de los que portan esos nombres, son muy numerosos: balcánicos, griegos, armenios, georgianos, kurdos, turcomanos, azeríes, afganos, pakistaníes…
       Otro error en los acercamientos a estas músicas es el de considerarlas folklore. Folklore lo hay, mucho y excelente. Pero cada cultura de esta zona elaboró hace mucho músicas clásicas, elaboradas y sofisticadas, mediante los  parámetros que describimos más abajo.
       Intentemos una vez más combatir estos acercamientos en favor de otros más precisos e intensos.
       Las culturas de los países recorridos por esa ruta de la seda son muy variadas, pero presentan muchas características comunes: suelen tener una religión musulmana --en sus variedades y estilos--, con aportes cristianos, zoroástricos e hindúes. Y la espiritualidad que las trasciende es conocida como sufismo o tassawwuf. Esta religiosidad está mucho más presente en esos países que en occidente, de modo que permea su cotidianidad, valores y cultura.
       La música que responde a esta vivencia es profundamente emocional, pero nunca sentimental. Profundamente rítmica y dionisíaca a veces, pero también profundamente contenida. Ebriedad y sobriedad: así se llama a veces a ese estado.
       Los elementos técnicos son diferentes a los occidentales. Primeramente en las notas de sus melodías: componen intervalos sutiles variables, con matices, afectos y ethos diferentes y ricos. Por ejemplo hay formas modales turcas con treinta notas por octava –aunque sólo siete presentes en cada fragmento –; aparecen pues modulaciones modales dentro de una gran familia.
       Con esos intervalos se componen escalas, muy numerosas en cada región, cada una con talante y significado emocional y expresivo diferentes. Hay hasta doscientas en cada uno de los paradigmas citados. La escala es sólo el soporte o inventario de melodías tipo que configuran el modo, llamado maqam, dastgah, raga,  según la cultura.  Y en esos modos se componen músicas que no emplean, en su forma tradicional clásica, armonía al estilo de occidente, sino una monodia enriquecida, en melodías que portan en sus giros las indispensables tensiones y relajaciones que aquella lleva a cabo en su ámbito. Entre estas melodías destaca la improvisación sobre un modo o taksim, que el músico realiza libremente, con ritmo muy laxo, cuando quiere sentirse en el mood del modo, o cuando se siente inspirado.
       ¿Y los ritmos?. También muy numerosos, asimétricos, difíciles de seguir y más aún de improvisar en ellos; de 5, 7, 10, 11, 12, 28 partes. Rápidos, lentos, complejos, simples…. inexistentes hace tiempo en occidente, que ha potenciado una compleja ejecución colectiva a costa de una simplificación rítmica. Ritmos animados como el chaharmezrab persa, un 6 por 8 acoplado a 3 por 4  --como nuestra bulería flamenca, otra música que conservó sus raíces-- y el iraquí georgina, de 10 partes (3+2+2+3). O lentos como el majestuoso  devri kebir  turco, en 56 partes.
       La poesía es sonora, musical, rítmica y religiosa muchas veces. Usa pies de sílabas largas y breves agrupados en metros rimados, cercanos a  lo musical y de hecho cantados con frecuencia. Como el Masnavi del místico Rûmî, que comienza con el célebre  “Beshno az ney chon hekayat mikonad…” / “Escucha al ney cómo se queja…” .
        Dispóngase pues nuestro oyente occidental –un poco esquematizado aquí—a asomarse a una música difícil y sutil, una vez traspasada la sorpresa inicial de instrumentos, timbres y escalas nuevas. Perciba intervalos dolientes, tensos, junto a otros relajantes, Siga los patrones rítmicos en coincidencia u oposición a las melodías. Perciba esos ritmos y pulse con ellos. Asómese a los significados de los textos místicos, extranjeros pero universales. Entréguese a la profunda filosofía que embebe esos sonidos milenarios…
       Si así lo hace, establecerá puentes (tan necesarios ahora) de cultura, comprensión y paz entre pueblos diferentes pero iguales en lo esencial. Y haciéndolo, le prometemos que, entonces, quedará enamorado para siempre de esas músicas, que no son sino caras múltiples, facetas irisadas, de la Música.
 
 

Vuelta al Principio    Última actualización: Thursday, 21 de February de 2013    Visitantes: contador de visitas