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Recordatorio de LA ESCUELA DE LINGÜÍSTICA, LÓGICA Y ARTES DEL LENGUAJE
Inserto las notas de prensa que aparecieron en algunos medios:
El martes, 23 de febrero de 2010, a las 19,30h, se celebra el acto de Recordatorio del proyecto de la Escuela de Lingüística, Lógica y Artes del Lenguaje. En el Círculo de Bellas Artes, Sala Valle Inclán (C/Alcalá, 42). Este proyecto, que comenzó a gestarse en 1988 y dio sus primeros pasos en 1989 y hasta 1991, nació del empuje de Agustín García Calvo y un destacado grupo de profesionales.
Agustín García Calvo es uno de los intelectuales más importantes del último siglo, filósofo, Premio Nacional de Ensayo por “Hablando de lo que habla”, Premio Nacional de Literatura Dramática por “La Baraja del rey don Pedro”, y Premio Nacional al conjunto de la obra de un traductor.
Fue uno de los 3 catedráticos represaliados por el franquismo junto a Aranguren y Tierno Galván, en 1965, por sus críticas al régimen franquista.
Él fue el responsable de un proyecto apasionante que nunca se llevó a cabo, aunque se hicieron congresos y encuentros de intelectuales para prepararlo, la Escuela de Lingüística, Lógica y Artes del Lenguaje. Un proyecto anti-académico, no nacido para dar diplomas ni licenciaturas, sino para incitar al conocimiento.
En marzo de 1989 hubo un simposio en la Residencia de Estudiantes en el que se debatieron cuestiones muy relacionadas con el proyecto, como “En busca de una interválica musical subyacente a la prosodia”, “Lógica matemática como lenguaje de programación y como formalizador de lenguajes naturales”. “Crítica de la dicotomía sujeto-predicado”, “Modelos lógicos y cuantificadores en lenguajes naturales” o “Crítica del fundamento de las lógicas”.
Posteriormente se celebraron unas “Jornadas de Discusión sobre cuestiones de enlace entre gramática, matemáticas y música”.
Por último, se llevó a cabo, en 1991, un “Encuentro preparatorio”, para la creación de la Escuela, con participantes de universidades de diversos países, en el que se debatieron cuestiones como “Los límites entre gramatical y pragmático”, “Estudio de los grados melódicos y la escala” o la “Relación de los lenguajes geométricos y aritméticos con la gramática de las lenguas naturales”
Las bases del proyecto según Agustín García Calvo.
En España la enseñanza de la gramática está entre las disciplinas de la filología. La enseñanza de la lógica queda dentro de los planes de estudio y apenas se va más allá de la herencia aristotélica.
La formación matemática no se relaciona con el lenguaje y apenas con la música, centrada como está en el desarrollo de lenguajes tecnológicos, adaptados, sobre todo, a la tecnología de la comunicación.
Las artes del lenguaje se enseñan casi exclusivamente en las escuelas de teatro.
Para evitar que todo cuando está relacionado se estudie de forma fragmentaria creó Agustín García Calvo el proyecto de la Escuela de Lingüística, Lógica y Artes del Lenguaje.
Afirma García Calvo: "Mis estudios me han llevado a palpar cómo las cuestiones de gramática, rítmica del lenguaje y lógica pueden llegar a enriquecerse mutuamente para descubrir nuevos planteamientos, y esta experiencia es lo que desearía comunicar a la Escuela de Lingüística, Lógica y Artes del Lenguaje. Es necesario reunir a gente con capacidad para investigar en estos campos. El proyecto no nació para producir títulos universitarios, sino conocimiento. Ahora se habla mucho de la enseñanza interdisciplinaria: se trata de hacerla realidad. Estoy en contra de la especialización, concebida como la otra cara de la vulgarización. Se puede constatar que la ciencia no llega a la gente corriente, y que la investigación se vuelve pobre, rígida, por la propia compartimentación estanca de los estudios. Se tiende a que la entrada sea estrecha, restringida.”
“El proyecto nació por la necesidad de enriquecerse mutuamente. Ese intento de escuela surgió como necesidad de muchos, ante lo aplastante de la educación convencional, de lo que se vende, de lo que se impone, como enseñanzas de lengua, música, matemáticas… La escuela vivió desde 1988 hasta el 1991. Hubo tres encuentros internacionales con expertos. Aquello fracasó, como fracasa todo que puede herir. El éxito sólo llega a aquello que no hace daño a nadie, a aquello que sigue la corriente. Vamos a celebrar el recordatorio de los 20 años no sólo de lo que pudo ser, sino de lo que puede surgir en cualquier momento”.
Afirma García Calvo "No puedo precisar el número de investigadores que puede haber en España en estos campos. Creo que los lingüistas más activos están adscritos a algunas de las escuelas de moda, semiótica, generativismo… En gramática una gran parte del trabajo se dedica a probar métodos, y en cuanto a los lógicos, la presión económica de la informática y los lenguajes de las máquinas o autómatas hacen que los esfuerzos se dirijan a ese campo. Por otra parte, tengo con la gente del teatro y afines una larga experiencia para saber hasta qué punto las cuestiones de declamación están abandonadas, o a una rutina”
El proyecto fue un adelanto a las enseñanzas multidisciplinares, tan de moda. En la educación tradicional se enseñan muchas cosas pero hoy sobran las ideas. Lo que se enseña está domesticado, se trata de que no descubramos nuestras contradicciones. En la Abadía estuve haciendo durante varios años intentos de poner en vivo, hacer sonar, una especie de lengua que no fuera la hablada corriente, ni canto, sino una especie de declamación que se alimenta de las propias prosodias de la lengua, que nos aporta ritmo y tonalidades. Lo hecho en el Festival de Mérida, en lo alto del templo de Diana. Lo he repetido en diversos lugares.
"Habría que preguntarse cómo es que no se han parado más mentes a una cuestión como el lenguaje, que es al mismo tiempo lo mas usual y cotidiano del mundo y la única cosa que sin ser natural se nos reparte a todos gratuitamente, y que al mismo tiempo es un artilugio extremadamente complejo".
Estas ideas son las que esencialmente, reunían a la gente implicada en aquel proyecto que va a ser recordado en el Círculo de Bellas Artes.
Este acto, el 23 de febrero, pretende servir para reavivar las conciencias, despertar los intereses dormidos, incitar al descubrimiento. Lo que era un proyecto válido entonces, aún dormido, es un arma para remover los tiempos venideros.
A continuación inserto el texto (aprobado por Agustín) que leí en esa ocasión. No incluí mis apreciaciones sobre la prosodia (entonaciones y ritmos) del habla porque me advirtió que ese tema lo trataría él mismo.
RECORDATORIO de la
ESCUELA de LINGÜÍSTICA, LÓGICA y ARTES DEL LENGUAJE (ELLAL)
MÚSICA
La conexión de esta materia, Música, con la primera, Gramática, es obvia. Emplea la poesía siempre una lengua con sus elementos y reglas o maneras de construir. Puede desarrollar esos elementos y reglas, puede innovarlos; pero se hace la poesía dentro de la (o de una) gramática. Ahora bien, el juego rítmico y melódico de la poesía rebasa la prosodia del habla corriente: la poesía y el teatro tratan el lenguaje de una manera especial: juegan con él, bailan con él, renuevan significados y crean actos y ritos. Evoca, provoca, invoca y convoca.
La melodía del habla se amplía en recorrido tonal y se le añaden entonaciones expresivas sutiles. El silabeo se regulariza siempre en toda métrica, sea del tipo de las lenguas antiguas, basada en sílabas largas y breves, o modernas, en sílabas acentuadas y átonas. Se crean así patrones mantenidos a lo largo del poema. Todo este juego la acerca a la Música, cuyos elementos principales son el Ritmo y la Melodía. El Canto coloca ya las palabras muy dentro de la Música. Y caben muchas categorías intermedias, como las melopeyas, las recitaciones de las religiones del Libro, los teatros orientales, la revista musical, el pregón, el habla-canto… Así que la recitación poética y el teatro han de incluir un enriquecimiento de ese carácter cercano a lo musical, y simultáneamente, un enriquecimiento paralelo en sintaxis, semántica y pragmática del habla. Y ello ha de practicarse.
Pero la música también emplea elementos de la Matemática –segunda de las materias de la escuela: reduce la infinidad de tonos a unos pocos, cuyas frecuencias se establecen en proporciones enteras sencillas –su falseamiento posterior con el temperamento no deshace esa propiedad básica inicial. Y los ritmos, de igual manera determinan duraciones en proporciones aún más sencillas que los tonos. La particularidad de la música reside en que esos números del alma se producen sin pensar, ‘inconscientes de su contar’ como se dijo; se emiten en harmonía o la harmonía determina tonos y ritmos. Esta experiencia se lleva a cabo en la clase: se canta y se ritma.
Así que la música, en sus manifestaciones menos pomposas, nos remite a un fondo más sencillo, sin nombre, de manera directa: en ese sentido sí es un lenguaje, tomada la palabra en su acepción de medio de comunicación; no lo es en sentido estricto, ya que la música no alude o apunta al mundo de las cosas, a la realidad, de manera precisa (quien no lo crea que diga por medio de notas musicales: "Antonia, tráeme las gafas que olvidé encima del piano, por favor"). En ese sentido metafórico pues la música sería un lenguaje extremadamente efectivo, un mensaje que se desliza por debajo del consciente y llega a su destino con terrible eficiencia. Un poeta, de los buenos, nos dijo una vez que la “poesía envidia a la música su libertad respecto al semántica" o algo parecido: la poesía todavía carga con el fardo de tener que significar (intentos estimables como el surrealismo o dadá y otros no rompen esa cadena en serio).
Estas apreciaciones configuran una enseñanza que toca por un lado la lógica y la teoría; por otro la práctica de recitación, ritmos y escalas de orígenes varios, lo popular y lo lejano entre ellos, alejándose decididamente de otras tradicionales como el solfeo y el conservatorio, centrípetamente anclados en lo propio y precisando una especialización excesiva que priva a la gente, o sea a casi todos, de la experiencia musical activa.
Subsisten los problemas teóricos que se suscitaban en las tres jornadas preparatorias de la Escuela: la relación especial entre habla y música, que comparten todos los rasgos sonoros –timbre, tono, intensidad y duración– e incluso estructuras sintácticas complejas. En el caso musical esos rasgos toman unos pocos valores en proporciones sencillas, o sea, se pasa del continuo al discreto. Caso particular es el acento en la palabra, que reúne esos mismos rasgos –con absoluta preponderancia del tono‒ pero configurando un fenómeno específico que marca unas sílabas frente a otras en la producción y percepción del habla. Central en nuestros estudios es la configuración melódica de la prosodia de la oración y sus agregados: frase, párrafo… en relación con la construcción. ‘La entonación hace la frase’, dice un avisado lingüista, y se trata de saber cómo la hace, es decir, cuales son los aportes entonativos de cada uno de los niveles principales que se han encontrado en las lenguas: fonética, fonología, sintaxis, semántica, pragmática. En esa sucesión se pasa de manera misteriosa de lo continuo y concreto a lo abstracto y discreto. El cómo es lo que nos compete en nuestro curso. Y para ello debemos acudir a la puntuación, codificación escrita de esas contribuciones. Encontrar los tonemas correspondientes (entes abstractos y únicos), medir los valores de sus rasgos (entes concretos y múltiples) y encontrar la relación entre ambos es esencial para comprender los complejos arte y técnica de la palabra –por cierto investigados por Chicho Sánchez Ferlosio y yo mismo en la comunicación “En busca de una interválica musical subyacente en la prosodia”. Lógica, números y música.
El ritmo, fenómeno previo al habla y a la misma música –hasta los grillos lo ejercen‒, nos sigue fascinando porque presenta mil problemas en la prosodia de las hablas naturales y artísticas, por un lado; y, por el otro, en el efecto que produce en el psiquismo humano. Parece que éste lo necesita en múltiples aspectos del habla, del arte, del trabajo y hasta de la vida cotidiana. Nos compete su estudio.
Pero, puesto que estamos recordando una Escuela, hablemos de Enseñanza. La enseñanza de la música, la poesía y el ritmo. Por lo tanto, ¿Cómo está la música de salud?
Interesa mucho socialmente pero no creemos que se cultive de manera conveniente. Conveniente para que ejerza su función, o funciones, que son muchas: su forma es un ejemplo de adecuación a la psique humana, sus proporciones sirven para otras artes, más contaminadas de semántica (la poesía entre ellas, pese a su importancia), y transmite emociones mucho más eficazmente que cualquier descripción e incluso imagen. Y guarda además un misterio inextinguible. Es decir, la música educa en todos los campos.
La música de hoy sigue escindida en clásica. allá arriba, para ser oficiada por grandes sacerdotes, sabios y depositarios de ella, virtuosos y admirados, lejos del pueblo. El pueblo se aleja de ella y se refugia, lógicamente, en lo que le es cercano y le hace feliz. Así que cultiva su flamenco, su rock, su jazz, su copla, su julio iglesias y lo que vaya viniendo. Esa sofisticación y masificación (la orquesta), esas estructuras descomunales (sonata, oratorio, ópera por ejemplo) han simplificado el ritmo hasta extremos que asombran. La inmensa mayoría de las grandes músicas están en compases de cuatro partes y sus múltiplos; otras muchas en tres y los suyos; y poco más; casi nada de compases mixtos, de amalgama. Por otra parte, el paso del sonido a la escritura, en principio sólo un recordatorio, ha pasado a ser la música misma, privándose de esa libertad de juego, adorno o matiz que tuvo siempre cuando era sólo sonido en el tiempo, transmitida sólo por oídos atentos y devotos.
Y no es que no admiremos (hasta la muerte) las grandezas de Bach o Mozart. Pero requieren una eficiencia y sofisticación que precisan largos años exclusivos para su cultivo y dominio. Su dificultad intrínseca excluye a los más. La música contemporánea ha evolucionado, pero generalmente en un sentido intelectual, experimental, razonador, frío y poco grato al oído. De lo placentero se ha pasado a lo interesante. En definitiva, la gran música se ha alejado de la gente o la gente de la gran música.
¿Qué hacer? Se trataría entonces de cultivar la familiaridad desde la cuna con el sonido, el ritmo y la música, simples y fuertes al principio, como las nanas y las canciones de juego; hacer, hacer y hacer, tocar, golpear, ritmar y pasárselo bien. Y no ya sólo con instrumentos aparentemente 'liberados' como las de Orff o similares, sujetos en último extremo a la disciplina occidental, sino con tubos y cuerdas cualesquiera, objetos varios con sonoridades riquísimas (pruebe usted con una paellera y quedará estupefacto). Hay que despojar a la música de su religión hasta que la religión entre en la música; la religión del arte, aclaramos.
La adquisición del ritmo, base al fin de toda música, se realiza ‘moviéndose’ a ritmo, cosa también mal aprendida. Es preciso pues moverse a compás con cualquier ritmo para poder percibirlo y hacerlo; hay que moverse y bailar en la escuela, con libertad y ritmo.
Se trata de improvisar en el marco melódico y rítmico de una pieza, de imaginar y realizar (gran placer) la idea musical en el momento, con la rapidez del rayo. Esa libertad improvisatoria es constitutiva de muchas músicas orientales (en su taksim, preludio libre sobre el modo) y en el jazz (por cierto, de raíces africanas). Sí, también Bach improvisaba, pero ¿cuántos más? De modo que es muy conveniente asomarse a sonidos y escalas diferentes, de otras culturas, con ritmos asimétricos e intervalos libres, alejados de la autoritaria y poco sutil escala temperada. Comenzar con músicas modales emotivas y sólo después caminar hacia la armonía y otras técnicas sofisticadas.
Esos niños libres y flexibles crecerán y serán convocados en sus oídos y almas por diferentes músicas de las muchas que suenan a nuestro alrededor. Y algunos, claro, caminarán hacia esa gran música clásica. Muy bien. Pero no llevados hacia ella por ordenoymando como único camino respetable, sino por amor invencible. Es decir, las músicas que se hacen se seguirán haciendo. Pero se harán mejor, nos atrevemos a vaticinar, y sobre todo, mucha gente ahora segregada podrá juntarse para hacer música en diferentes agrupaciones, orientaciones y capacidades. Un jardín con mil flores, como decía un poeta.
Y la poesía: antaño, siempre, una experiencia de la palabra en ritmo y en significado harmonizados, ha pasado a perder esa cualidad y cambiar a pensamiento escrito. El verso libre (inexistente si así llamamos a la palabra no rítmica) cambia el verso rítmico por el versículo sintáctico. Y no se recita, se lee mentalmente. No debe perderse, estamos convencidos, la poesía recitada, incluso declamada en ocasiones, como palabra cercana a la música. Y ello hay que conseguirlo –y volvemos a la educación– recitando en la escuela como siempre se hizo (quitando, eso si, los soniquetes, si fuera posible).
Pero ¿quien va a educar de esa manera ‒suponiendo que estas ideas lleguen a adoptarse? Quienes deberían hacerlo están ¡ay! mal educados. Ellos no fueron educados como describíamos antes; o bien carecieron de educación musical en absoluto, o la adquirieron, sí, pero de una manera rígida, no intuitiva, no libre. Muchos adultos gustan de la música, pero no son capaces de entonar una canción, tocar un ritmo simple o moverse a compás, Lo estamos experimentando en nuestras clases todos los días.
Es indispensable por lo tanto educar para educar, enseñar a enseñar. Y para ello hay que aprender a aprender. Todo un programa y un curriculum, adecuado, eso sí, a los principios de las venerables escuelas griegas, de las que ésta nuestra ha sido, quizá, una variante, honrosa al menos en su intento.
Francisco Javier Sánchez González. Madrid, 2010
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